Era diciembre de 1977. En pleno Rally Abiyán-Niza fue cuando empezó a cobrar forma uno de los sueños más grandes del deporte automotor. Ese día, los participantes tenían que atravesar el desierto del Teneré para completar la etapa entre Dirku y Madama en Níger. Cuarto en la general venía un joven francés de 27 años montado en una Yamaha XT 500. Su nombre era Thierry Sabine. Sin GPS ni otra tecnología digital de navegación, el impetuoso Sabine quería subirse al podio así que, confiando sólo en su intuición cambió el rumbo y sin darse cuenta cruzó la frontera, terminando perdido en el desierto de Libia. Lo encontraron deshidratado y sin fuerzas. Ingeniosamente había colocado piedras en forma de cruz para que lo vieran desde el aire. En el diciembre de 1977, las arenas no pudieron ganarle la partida y Thierry Sabine vivió, no sólo para narrar la experiencia, sino para que otros también la vivan.

La férrea voluntad de Sabine se puso a prueba en el siguiente año. Tras tocar puertas y obtener permisos, el 26 de diciembre de 1978 en la Plaza del Trocadero se daba la partida de la primera edición del Rally París Dakar. 170 vehículos se unían al sueño de su creador. Diez mil kilómetros de desafío no sólo a la naturaleza, sino a las propias capacidades.
En los años posteriores, la fama del rally fue creciendo hasta convertirse en uno de los mayores eventos deportivos del planeta. A partir de 1980 concentró a una élite de constructores que veían en las dificultades del desierto un excelente banco de pruebas. Nombres como Cyril Neveu, Hubert Auriol, Stéphane Peterhansel, Cyril Despres, Marc Coma, Jan De Rooy deben su grandeza al rally.
Thierry Sabine lo controlaba todo desde el aire. Siempre se preocupó por la organización y la seguridad de los participantes, como en la edición de 1983, cuando una tormenta de arena atrapó a 40 motociclistas y los aisló en medio del Teneré. Se movieron todos los equipos de rescate y pudieron encontrar a todos sanos y salvos.
Desde 1994, el Dakar creado por Sabine pertenece al grupo Amaury Sports, que se encarga de montar cada año, toda esta fabulosa parafernalia que ya supo recorrer Sudamérica y cinco veces nuestro suelo. La madre de todas las aventuras, el mayor de todos los desafíos.

En un rally donde el peligro está a la espalda de cada duna, la muerte ronda como el viento que levanta nubes de arena. La lista es larga y paradójicamente, allí se encuentra el nombre del propio Thierry Sabine. Edición 1986. Como era su costumbre, desde un helicóptero vigilaba que su creación se lleve a cabo de la mejor manera. De pronto una tormenta de arena dejó sin visibilidad al piloto. Entonces decidieron guiarse por las luces de un coche para encontrar la salida, pero no se dieron cuenta que, esa máquina subía una duna. El impacto fue terrible. Junto a Sabine murieron el piloto, un técnico de radio, la periodista Nathaly Odent y el cantante Daniel Balavoine.
Las cenizas de Sabine fueron esparcidas en el desierto que lo vio morir. Al pie de una acacia se colocó una placa recordándolo. Pero en verdad, cada vez que se larga el rally se recuerda su tenacidad, su vitalidad y su entusiasmo. En cada duna, en medio de ese infinito mar de arena, sin importar si es Arabia, Senegal, Libia, Chile o Perú, en cada desierto vive su espíritu y su legado.