
Quince días en el que la arena se enfrenta al hierro de la voluntad humana. Dos semanas en el que la frase “rendirse nunca” cobra todo su sentido. El Rally Dakar convoca cada año nuevo a guerreros de todo el planeta que, vienen en autos, camionetas, motos, cuatrimotos, prototipos ligeros y camiones a desafiar no sólo a la naturaleza, sino a la propia capacidad de resistir. Esta es la reseña de la aventura de las aventuras.
Esta vez, el Dakar se mudó a Arabia Saudí. En la partida del Sea Camp se mezclaban los nervios con las expectativas. El botón de muestra eran los Audi Rs Q e-tron. Sainz, Peterhansel y Ekstrom llegaron al primer vivac con el estigma de favoritos pegado al parachoques. Los llamados a destronar al príncipe que reina en estos desiertos, Nasser Al Attiyah. Pero, el Dakar ya había escrito sobre las dunas otra historia. En Dammam, la bandera a cuadros se encargaría de firmar el corolario.

COCHES: EL PRÍNCIPE EXTIENDE SU MANDATO
En la primera faena, “El mataor” Carlos Sainz cortó rabo y orejas, pero sobre todo peinó la coleta de favorito. Loeb terminó respirándole en la nuca, mientras que Al Attiyah recién aparecía sexto. Al día siguiente, el catarí ganó la segunda etapa. Mientras que Loeb se encontró con un millón de problemas en el camino y sólo pudo arribar en el P33, superando por menos de tres minutos a la paraguaya Andrea Lafarja que llevaba de copiloto al peruano Ashley García.
La tercera etapa tuvo un podio inédito y que no se repetiría más. Pero lo saltante es que Al Attiyah desde la cabina de la Hi Lux del Toyota Gazoo Racing Team se adueñó del puesto de privilegio en el acumulado con 13 minutos de ventaja sobre su más cercano perseguidor que era Al Rajhi. Desde allí, no lo volvería a soltar más, aunque no ganara muchas etapas más. Lo suyo ha sido el premio a la regularidad. A la prudencia y a la confiabilidad de la Toyota Hi Lux.
Al descalabro de Loeb en la quinta etapa, cuando una volcadura lo alejó años luz de la vanguardia, se sumó el abandono de los Audi de Sainz y Peterhansel. Todos los astros se alineaban para que el catarí levante el trofeo del Dakar por quinta vez. Ni la deslumbrante remontada del francés del equipo Bahrain Raid Xtreme para arrebatarle el segundo lugar al debutante maravilla, el brasileño Lucas Moraes del Overdrive Racing a poco del final, pudo poner en peligro la distancia que Al Attiyah había interpuesto con los demás. Loeb ganó un total de siete etapas en la carrera, seis de ellas en forma consecutiva. Histórico. Pero el príncipe Nasser se resiste a dejar el trono.

MOTOS: LA BARRA QUILOMBERA
La punta fue cambiando de manos constantemente. Daniel Sanders, Skyler Howes, Toby Price. De atrás, por los palos y con poco ruido, pero muchas nueces el argentino Kevin Benavides fue construyendo su segunda victoria en un Dakar.
Para la fecha final desde Al Hofuf hacia Dammam, Benavides, Price y Howes llegaban casi empatados y con intactas posibilidades de triunfo. El salteño vistió la albiceleste y emuló la gloria que un puñado de compatriotas suyos habían logrado hace poco por allí cerca en Catar. Se ganó el derecho a subir a lo más alto del podio, superando apenas por 43 segundos al australiano Toby Price. Con el mismo suspenso que una tanda de penales. Pero con la misma alegría de la banda quilombera. La que nunca deja de alentar.

CUATRIMOTOS: PAN FRANCÉS PARA MAYO
En las Quads, Alexandre Giroud a bordo de la Yamaha del SMX Dr’agon impuso condiciones desde Sea Camp ganando una considerable ventaja, merced al fuerte ritmo que marcó en las primeras cinco etapas.
Con la complicidad de los retrasos que tuvieron sus perseguidores Francisco Moreno, Pablo Copetti y Manuel Andújar, el francés acumuló una diferencia que no estuvo en peligro ni siquiera cuando el brasileño Marcelo Medeiros ganó tres etapas seguidas. En las cuatro últimas etapas, Giroud simplemente vivió de sus rentas y gestionó la performance del cuatrimoto Yamaha para ganar el Dakar por segundo año consecutivo. Los beneficios de guardar pan para mayo.

CAMIONES: VAN KASTEREN, EL HEREDERO.
En la categoría de los pesos pesados se sintió la ausencia rusa por motivos ya conocidos. Las miradas fueron para las tripulaciones neerlandesas y checas que monopolizaron los primeros lugares. El primer podio lo encabezó Martin Macik. Pero pronto, aparecieron De Baar, Kasteren, Van Den Brink y el otro checo Ales Loprais, quien pronto se convertía en el mejor clasificado y en el más regular de la categoría, paseando el sticker de favorito. Lamentablemente en la décima etapa, tras superar una duna, su pesado camión impactó a un espectador italiano, quien no sobrevivió al golpe. El drama se ensañaba con uno de los favoritos del rally.
El lugar de privilegio en la tabla acumulada lo heredó entonces, el neerlandés Janus Van Kasteren al ancho volante del Iveco del Boss Machinery Team, escoltado por el checo Martin Macik y Martin Van Den Brink también de Países Bajos.

PROTOTIPOS: PEQUEÑOS GRANDES GUERREROS
El polaco Eryk Goczal de apenas 18 años ganó la categoría T4 SSV, convirtiéndose en el piloto más joven en lograr la victoria en el Dakar. Su escolta fue el lituano Rokas Baciuska, mientras que Marek Goczal, padre de Eryk completó el podio. En la T3 Prototipo Ligero, los laureles fueron para Austin Jones de Estados Unidos. A más de 52 minutos lo escoltó su compatriota Seth Quintero. Ambos del Red Bull Off Road Jr. Team USA by BFG. El podio lo completó el belga Guillaume de Mevius. Cabe destacar que el P4 fue para la española Cristina Gutiérrez quien cumplió una buena actuación ganando incluso la primera etapa.
La arena árabe todavía muestra las huellas de los neumáticos y el viento aún traslada el aroma del aceite quemado, pero ya se está pensando en el rally del próximo año. Sueña, atrévete y hazlo reza el slogan. Desde que Thierry Sabine lo creó, espíritus rebeldes de todo el mundo están convencidos que, el color de la gloria es el naranja del desierto.