
Primero de mayo de 1994. Madrugar como tantas veces para cubrir una competencia de nuestro calendario automotor. La carretera central nos esperó vestida de multitud. En ese año por razones que es mejor olvidar, al Premio Presidente de la República se le puso el nombre de Premio Los Libertadores. La ruta era Lima-Huancayo-Lima. Pero no sería la única bandera verde que flamearía ese día. Primero de mayo de 1994. A más de diez mil kilómetros de distancia en una pequeña ciudad italiana de Emilia-Romaña llamada Imola se largaba el GP de San Marino. Esta es la historia de un día que marcó los corazones de los aficionados a la velocidad para siempre; aquí, allá y en todas partes.
Aquí…
El sol ilumina desde muy temprano a los cerros que acompañan el camino hacia Huancayo. Nuestras cámaras ya estaban sembradas en los puntos más interesantes del rally. A mí me tocó registrar la largada de la primera etapa y la llegada en el centro poblado de Corcona; la puerta de bienvenida a nuestra serranía cuando se sube en auto. Para sus pobladores, el rally es parte de las festividades por el Día del Trabajo.
Allá…
En Imola se ultimaban detalles para la partida. Esta vez el paddock distaba mucho del ambiente de fiesta tradicional. Un día antes, durante las clasificaciones, Roland Ratzenberger había muerto al estrellarse en la curva Villanueve, mientras que Rubens Barrichello terminó en el hospital por otro accidente. Las caras largas se paseaban al lado de los monoplazas mientras respiraban una atmosfera enrarecida.
La pole position fue para Senna. El favoritismo también. Todos esperaban que ganara y que se encamine a su cuarto campeonato frente a su joven rival alemán Michael Schumacher. Cuando se dio la partida, el Benetton de Lehto se quedó plantado en su casilla siendo impactado por Lamy. Los restos de carenado saltaron las vallas y golpearon a varias personas. La nube trágica se negaba a abandonar el cielo de Imola. Pero lo peor estaba por venir.
Aquí…
Huancayo recibía con algarabía a las máquinas que iban cerrando la primera mitad del rally. Tras el reposo, las tripulaciones se alinearon para partir de retorno a la capital. El recordado Micky Wakeham estuvo prolijo a bordo del Toyota Shogun. Las voces de los locutores y el sonido de los motores se mezclaban en una suerte de contrapunto. Dicen los aficionados que esta es “la bulla más bonita del mundo”. Los periodistas asomaban dentro de los coches buscando alguna buena entrevista.

Allá…
La segunda partida en Italia fue lanzada. Entonces, Senna inició la defensa de su puesto de privilegio ante la persecución de Schumacher. Los neumáticos no tenían todavía la temperatura ideal, pues durante la paralización, el Safety Car había girado un poco lento. El alemán siguió presionando hasta que, repentinamente, desde su cámara a bordo se ve como en la frenada para tomar la curva Tamburello, el Williams FW16 del brasileño se sacude y simplemente no dobla. El golpe contra el muro se calculó en 220 kph.
Aquí…
Luis Miguel “El Chino” Soto copiloto de Neto Jochamowitz narra que “ellos estaban esperando el conteo regresivo para partir la última etapa, con los cinturones puestos y con la hoja de ruta en la mano, cuando alguien le abrió la puerta para decirles que Ayrton Senna había muerto en Imola”. Cinco, cuatro, tres, dos, uno y largaron en total estado de shock. “No dejé de pensar en eso toda la bajada de Ticlio. Estuve desconcentrado”, recuerda.
Cuando Jochamowitz y Soto llegaron a Corcona, acerqué mi cámara a la ventanilla para escuchar sus impresiones de la carrera, pero -en cambio- Neto nos dio la noticia de Senna. Así me enteré. También los periodistas que estaban junto a mí. No olvido el estupor. Las miradas al vacío en busca de una explicación. La incredulidad y la negación que fue rota en pedazos por la confirmación de don Lucho Yzusqui a través de la radio. Entonces, fue el turno de la tristeza.
En todas partes…
Uno cree que, a sus héroes nunca les va a pasar nada. Que son de acero. Que siempre ganan. Pero, ese primero de mayo de 1994 nos enseñó que la vida casi nunca es como la creemos. Ese día murió Ayrton Senna Da Silva, tres veces campeón mundial de Fórmula Uno, el más rápido de todos los tiempos. El podio de Imola fue el más triste de la historia. Allá ganó Michael Schumacher. Aquí, Micky Wakeham. No hubo champán ni papel picado. Allá, los equipos recogieron sus cosas en los enormes motorhomes para largarse de Imola lo más pronto posible. Aquí, el personal del Automóvil Club Peruano desarmó el toldo y los paneles de llegada. El tránsito volvió a la normalidad. En la camioneta rumbo a Lima, nadie dijo nada. Max manejaba pensativo. Las cámaras estaban apagadas. Ningún comentario. Ese primero de mayo de 1994 sólo hubo silencio. Aquí, allá y en todas partes.